ODIO LA OPERACIÓN BIKINI

Amo el verano, es de mis estaciones favoritas.

El caso es que con el verano, vienen muchas cosas buenas, los helados, la playa, los días largos, la luz…

Y también vienen algunas cosas menos agradables o que nos gustan algo menos, el calor extra insoportable, los mosquitos, pero lo que más, más me molesta…

La mierda de la operación bikini.

Y no es que personalmente me afecte mucho, porque la realidad es que yo soy un bicho palo, y dirás María, tu no tienes queja.

Pues sí, la tengo. 

Porque vale, no es que me sobren kilos ni mucho menos, pero tengo mis complejos, tengo mis inseguridades y no me siento como Claudia Shiffer todo el día. 

Y todo por culpa de esta sociedad y su manía de reducir nuestro cuerpo a algo que exhibir. 

Por supuesto cumpliendo los standards que mejor les venga, para hacer que nos sintamos vacías e insuficientes y así poder vendernos todo aquello que nos hará felices, que nos llenará ese vacío y que por fin nos hará encajar y no sentirnos fuera.

Todo eso se traduce en una lucha constante con nuestro cuerpo. 

Una especie amor odio, tirando más a odio por desgracia, que nos lleva a ver  y resaltar de nuestros cuerpos todo aquello que falla, que no vale, que no encaja, que falta, que sobra….

Mirarse al espejo es doloroso o al menos molesto.

Y esa termina siendo nuestra relación con el cuerpo. Dolor. Lucha. Sufrimiento.

¡Me da mucha, mucha rabia!

Porque nuestro cuerpo es mucho más que algo que exhibir. Es mucho más que una imagen. Es mucho mucho más.

Si te soy sincera, he estado en lucha con mi cuerpo durante muchos años. Es cierto que la normativa es que nos pidan que que perdamos peso, a mí me pasaba lo contrario. He sido siempre, muy, muy delgada y tuve acné hasta los 30 años.

De pequeña me llaman “espagueti” y “conejo” por mis dientes. Que duele igual que si te llaman cualquier otra cosa que te haga dudar de ti misma, de tu validez y de tu capacidad solo por tu aspecto físico.

Pero es que yo me lo creí, y dudé de mí. Hasta el punto de que no me puse unos shorts hasta los 26 años, porque me avergonzaba de lo delgadas que eran mis piernas. Pantalones anchos y largos incluso en verano. 

Tomé una medicación terrible por muchos meses para quitarme el acné, con la cual no me podía exponer al sol porque se me abrasaba la piel y me salían heridas. (Con lo que amo y necesito el sol!).

En fin, que me castigado durante mucho tiempo por mi físico.

Lo bueno, es que poco a poco la relación con mi cuerpo fue cambiando y fui aceptándolo cada día un poquito más.

Pero si algo a lo largo de mi vida ha hecho que mejore la relación con mi cuerpo ha sido moverlo.

Primero con el baile. Después con el yoga. Después con diferentes deportes como la escalada, el crossfit, la natación.

Mover el cuerpo me da igual cómo me hace conectar con él de una manera totalmente distinta, porque no tengo que verlo, tengo que sentirlo. Es una manera completamente diferente de relacionarme con él.

Sentirlo fuerte, flexible y equilibrado me ayuda a generar unos sentimientos mucho más amables hacia el.

Y eso me ha llevado a pensar en esa relación chunga que mantenemos con nuestro cuerpo y lo poco agradecidas que somos con él.

¿No te pasa? ¿No te sientes en lucha o en guerra con tu cuerpo? ¿No estás harta?

Porque yo sí, estoy muy harta de esa lucha.

Así que me dio por pensar todo aquello que mi cuerpo hace por mí, cada día a cada rato, en cada momento. 

Todas y cada una de las cosas por las que debería dar las gracias cada día.

Que si te pones a pensarlo, son muuuuuuuchas, pero muchas muchas.

Lo que pasa es que no pensamos en ellas, y nuestra atención va a cosas que nos hacen sufrir.

  • Compararnos constantemente.
  • Mirarnos en el espejo y ver todo aquello que no nos gusta, o que no encaja en lo “socialmente adecuados.
  • Ver todo aquello que somos incapaces de hacer. (Esas posturas de yoga que me parecen imposibles en redes).
  • Fijarnos en nuestro cuerpo a través de los dolores, molestias y tensiones que sentimos.

Y todo es cuestión de perspectiva, es dónde ponemos el foco, hacia dónde dirigimos la mirada (y nuestra energía).

En yoga eso se llama Drishti. El punto o dirección hacia dónde miramos.

Yo me he cansado de vivir en lucha con mi cuerpo y he decidido comenzar a hacer las paces con él en todos los sentidos.

Si tu también te has cansado de vivir en lucha con tu cuerpo y te apetece enamorarte de él y amarlo como nunca.

Te invito al próximo taller que impartiré el día 4 de Junio. Es un evento online y si no puedes estar en directo, recibirás después la grabación, pero lo genial será verte en persona, que me hace mucha ilusión.

Dos horas para cambiar la perspectiva y sobre todo la relación con tu cuerpo. 

Haremos diferentes ejercicios y dinámicas que te ayudaran a ver tu cuerpo de manera completamente diferente y a sentirte agradecida por tenerlo, es más, no solo eso, te vas a enamorar de él. 

Soltaremos la exigencia y la lucha, porque se puede vivir de otra manera, desde la paz, la calma, la aceptación y la compasión.

Tu cuerpo y tú os lo merecéis.

Puedes reservar tu plaza ya mismo desde este enlace: ENAMÓRATE DE TU CUERPO.

¿Estas cansada de la lucha? ¿Qué es lo que más te afecta? Déjame tu comentario si te apetece, y espero verte también el workshop.

Un abrazo enorme.

María.

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