Llevo años practicando yoga… Pero de esto me he dado cuenta hace poco. Bueno, si lo sabía, pero de ese estilo de saber superficial que no sientes realmente. Ahora lo “sé”.
Toda mi consciencia y mi conciencia y hasta cada una de las células de mi cuerpo (probablemente ellas lo sabían mucho antes que yo) lo saben.
El yoga me lleva a mi centro.
No importa dónde me halle, el yoga me devuelve a casa.
Esto es algo que descubierto con el paso de los años.
Sí, soy consciente de que el yoga reduce mi estrés, hace que duerma mejor, mejora la confianza en mí misma, cambia mi relación con mi cuerpo, me siento fuerte y flexible, a todos los niveles…
Pero el gran beneficio, para mí, es que me lleva a mí misma.
Da igual como me sienta.
No importa cual sea mi estado anímico, si estoy muy contenta, o estoy enfadada o triste… Lo que sea… Solo sentarme en mi esterilla y respirar profundamente comienza a suceder la magia.
Mi mente va parando poco a poco, se va extendiendo el silencio interior a medida que voy apagando el ruido interno, incluso el ruido externo se diluye hasta desaparecer… y tan solo escucho mi respiración, el latir de mi corazón, algún suspiro…
Comienza el fluir, el dejarme llevar por el movimiento, que muchas veces guío conscientemente, pero la mayoría de las veces son movimientos que surgen de otro lugar, más profundo, más íntimo, más instintivo, ancestral, salvaje…
Comienza el fluir, y comienza el soltar. Empiezo a soltar tensiones, nudos, tristeza, euforia, lágrimas, suspiros que se llevan algo que ya no necesito, pensamientos atascados, emociones enterradas….
Todo comienza a desprenderse en el fluir de mi yoga.
Traspaso todas las capas, todas esas que construye mi ego para “sobrevivir” malamente en este mundo. Y que más que una ayuda me supone una carga de expectativas, máscaras, exigencias, distancias, inseguridades y miedos que me hacen malvivir y no ser yo…
En mi esterilla, consigo desnudarme por completo.
Es como volver a casa. A la auténtica. La interna.
De pronto surge, me encuentro en ese lugar en el que soy yo. Ni más ni menos. Sin maquillar, sin peinar, desnuda, salvaje y auténtica.
Todo está en calma. Todo está en orden. No falta nada. Y tampoco sobra nada.
Solo yo. Y el todo.
Y ya está. Cuando llego a ese punto de pronto sé que no necesito nada más. Que todo lo que necesito ya lo tengo. No hay que añadir ni quitar. Que así en crudo y natural está todo dónde tiene que estar.
Entonces es cuando puedo volver al mundo.
Y en ese trayecto se me ha olvidado la tristeza, el enfado o lo que estuviera tocándome las narices…. O al menos, ha disminuido bastante y soy capaz de afrontarlo de otra manera.
El camino es el yoga y el vehículo mi cuerpo.
Mi naturaleza es muy pasional, y eso no me permite meditar mucho, sé que no soy una gran meditadora, bueno, no llego ni a “meditadora reguleras”.
Necesito el movimiento, sentir mi cuerpo, conectar con lo más físico para poco a poco ir alcanzando capas cada vez más sutiles.
Y cada día en mi práctica atravieso los mismos o diferentes lugares, voy recorriendo el camino, atravesando todos los paisajes necesarios hasta llegar a mi centro.
Mi centro no es un lugar físico, pero para llegar a él por el camino del yoga necesito a mi cuerpo como vehículo.
Esa es mi manera de meditar, de conectar. De sentirme. Desde lo más físico hasta lo más sutil.
Comencé a practicar yoga porque mi intuición me dijo tenía que aprender a respirar (esto sé que fue cosa del universo, que me envió un mensaje, lo sé) al principio fue algo súper físico.
Aprendí diferentes respiraciones y comencé a practicar asanas. Y desde ese punto comencé un camino hacia dentro, desde lo más externo, hasta lo más interno. Y no quiero decir, ni quiero pensar que ya he recorrido mi camino, que no hay nada más por descubrir, que ya sé cómo soy. No.
Nada más lejos de la realidad.
Pero SÉ, que ese camino me lleva hacia mí misma. Un lugar en el que soy todo y nada. Y que lo tengo todo y no tengo nada. Un lugar donde encuentro paz.
En algunas ocasiones la sensación es plena y en otras apenas la rozo con los dedos. Pero aunque tan solo de tres pasos en esa dirección, me valen para sentirme mejor.
Sé que todo lo que necesito para estar bien no se halla fuera. Se encuentra todo en mí.
Y sé cual es mi camino, y cual es mi vehículo.
Namasté.
Meri.
2 comentarios en “EL CAMINO ES EL YOGA, EL VEHÍCULO MI CUERPO Y EL DESTINO MI CENTRO”
BELLO, AUTENTICI, NAMASTE
Gracias Miriam 🙏🏻💕 Un abrazo enorme. Namaste